Hace algunas décadas en la ciudad de Montevideo, vivía Francisco el hijo de una humilde familia. Días después del cumpleaños de su madre, se celebraba en el centro de la ciudad una importante fiesta. A las dos y veinte de la tarde, se reuniría todos los ciudadanos en la plaza principal. Ese día fue de lo peor. Todos los pobladores estaban reunidos, cuando el intendente Joel Kaprosky comenzó la ceremonia.
La Celebración consistiría en: Primero se cantaría el Himno a la Republica del Uruguay, luego habría un discurso de una ciudadana (duraría 20 minutos) que explicaría el cómo, el porqué y que se celebra en esa ceremonia. A penas se pudo recitar el Himno cuando de repente el cielo se torno oscuro y se podía observar una especie de agujero del cual salieron expulsados dos dioses.
Al caer, estos dioses, empezaron a quemar las construcciones realizadas por el hombre ya que lo único que sabía decir era “destruir construcciones realizadas por el hombre”. Comenzaron destruyendo el centro cívico, continuaron por la primera escuela construida en la región y después siguieron por las casas e edificios, pero al final de la destrucción la única construcción que no habían destrozado era la primera construcción. Los dioses no la destruyeron a propósito, ya que la dejaron para que sufran lo que es volver a construir toda la ciudad de nuevo.
Nunca se supo porqué atacaron la ciudad, y luego de 20 años lograron volver a construir toda la ciudad. Es el día de hoy que viven con la amenaza constante de que vuelva a ocurrir.